Artículo
publicado por Magdi Cristiano Allam el domingo 23 de marzo de 2008,
después de ser bautizado por Benedicto XVI durante la Vigilia Pascual.
La traducción ha sido distribuida por la Fundación Crónica Blanca, de jóvenes periodistas católicos.
Publicada en El Mundo
Magdi Cristiano Allan
23 de septiembre de 2008
Querido
director: Lo que te voy a contar se refiere a una decisión de fe y de
vida personal, que, de ninguna manera, quiere implicar al Corriere della
Sera, del que me honro en formar parte desde 2003, con el cargo de
vicedirector ad personal. Te escribo, por lo tanto, como protagonista de
la vivencia y como ciudadano privado. Ayer por la noche me convertí a
la religión católica, renunciando a mi anterior fe islámica. De esta
forma y por la gracia divina, vio la luz el fruto sano y maduro de una
larga gestación vivida en medio del sufrimiento y de la alegría, entre
la profunda e íntima reflexión y la consciente y manifiesta
exteriorización. Estoy especialmente agradecido a Su Santidad, el Papa
Benedicto XVI, que me administró los sacramentos de la iniciación
cristiana, Bautismo, Confirmación y Eucaristía, en la Basílica de San
Pedro, durante la solemne celebración de la Vigilia Pascual. Y adopté el
nombre cristiano más sencillo y explícito: «Cristiano».
Desde
ayer, pues, me llamo Magdi Cristiano Allam. El de ayer fue, para mí, el
día más bello de mi vida. Adquirir el don de la fe cristiana en la
celebración de la Resurrección de Cristo de manos del Santo Padre es,
para un creyente, un privilegio inigualable y un bien inestimable. A mis
casi 56 años, es en mi historia personal un hecho histórico,
excepcional e inolvidable, que marca un punto de inflexión radical y
definitivo respecto al pasado.
El
milagro de la Resurrección de Cristo se ha reflejado en mi alma,
liberándola de las tinieblas de una predicación donde el odio y la
intolerancia hacia el «diferente», condenado acríticamente como
«enemigo», priman sobre el amor y el respeto al «prójimo», que es
siempre y en cualquier circunstancia «persona». Al mismo tiempo, mi
mente se ha liberado del oscurantismo de una ideología que legitima la
sumisión y la tiranía, permitiéndome adherirme a la auténtica religión
de la Verdad, de la Vida y de la Libertad. En mi primera Pascua como
cristiano, no sólo he descubierto a Jesús, sino que he descubierto, por
vez primera, al auténtico y único Dios, que es el Dios de la Fe y de la
Razón.
Mi
conversión al catolicismo es el punto de llegada de una gradual y
profunda reflexión interior, a la que no pude sustraerme, dado que,
desde hace cinco años, me veo obligado a llevar una vida blindada, con
vigilancia fija en mi casa y con la escolta de los carabineros en todos
mis desplazamientos, por culpa de las amenazas y de las condenas a
muerte dictadas contra mí por los extremistas y los terroristas
islámicos, tanto por los residentes en Italia como por los que viven en
el extranjero.
He
tenido que interrogarme, pues, sobre la actitud de los que han dictado
públicamente fatuas (condenas jurídicas islámicas), denunciándome a mí,
que era musulmán, como «enemigo del islam», como «hipócrita cristiano
copto que finge ser musulmán para perjudicar al islam» y como «traidor y
difamador del islam», legitimando de esta forma mi
condena a muerte. Me he preguntado a menudo cómo es posible que a
alguien como yo que luchó de una forma convencida y ardiente por un
«islam moderado», asumiendo la responsabilidad de exponerme en primera
persona en la denuncia del extremismo y del terrorismo islámico, haya
terminado por ser condenado a muerte en nombre del islam y tras una
supuesta legitimación coránica. De esta forma me fui dando cuenta de
que, más allá de la coyuntura que registra la implantación del fenómeno
de los extremistas y del terrorismo islámico en todo el mundo, la raíz
del mal está inscrita en un islam que es fisiológicamente violento e
históricamente, conflictivo.
Paralelamente,
la Providencia me ha ido poniendo en el camino a personas católicas
practicantes de buena voluntad que, en virtud de su testimonio y de su
amistad, se convirtieron, poco a poco para mí, en punto de referencia en
el plano de las certezas de la verdad y de la solidez de los valores.
Comenzando por tantos amigos de Comunión y Liberación, con Don Julián
Carrón a la cabeza; por sencillos religiosos como Gabriele Mangiarotti,
sor Maria Gloria Riva, Don Carlo Maurizi y el padre Yohannis Lahzi Gaid;
o por el redescubrimiento de los salesianos gracias a Don Angelo
Tengattini y Don Maurizio Verlezza, culminado en una renovada amistad
con el Rector Mayor, Don Pascual Chávez Villanueva; hasta el abrazo de
altos prelados de gran humanidad como el cardenal Tarcisio Bertone,
monseñor Luigi Negri, Giancarlo Vecerrica, Gino Romanazzi y, sobre todo,
monseñor Rino Fisichella, que me ha acompañado personalmente en mi
recorrido espiritual de aceptación de la fe cristiana.
Pero
indudablemente el encuentro más extraordinario y significativo en la
decisión de convertirme fue el que mantuve con el Papa Benedicto XVI, al
que siempre he admirado y defendido siendo musulmán, por su maestría a
la hora de establecer el vínculo indisoluble entre la fe y la razón como
fundamento de la auténtica religión y de la civilización humana, y al
que me adhiero plenamente como cristiano por inspirarme una nueva luz en
el cumplimiento de la misión que Dios me ha reservado.
Querido
director, me has preguntado si no temo por mi vida, consciente de que
la conversión al cristianismo implicará ciertamente una enésima, y mucho
más grave, condena a muerte por apostasía. Tienes razón. Sé a lo que me
expongo, pero afrontaré mi destino con la cabeza alta y erguida y con
la solidez interior del que tiene la certeza de la propia fe.
Y
todavía más, después del gesto histórico y valiente del Papa que, desde
el primer momento en que tuvo noticias de mi deseo, aceptó de inmediato
administrarme en persona los sacramentos de la iniciación al
cristianismo.
Su
Santidad lanzó un mensaje explícito y revolucionario a una Iglesia que,
hasta ahora, quizás haya sido demasiado prudente en la conversión de
musulmanes, absteniéndose de hacer proselitismo en los países de mayoría
islámica y silenciando la realidad de los conversos en los países
cristianos. Por miedo. Por miedo a no poder ayudar a los conversos
frente a la condena a muerte por apostasía y por miedo a las represalias
sobre los cristianos residentes en los países musulmanes. Pues bien,
hoy, Benedicto XVI, con su testimonio, nos dice que hay que vencer el
miedo y no temer a la hora de proclamar la verdad de Jesús incluso a los
musulmanes.
Por
mi parte, quiero afirmar que es hora de poner fin al puro arbitrio y a
la violencia de los musulmanes, que no respetan la libertad religiosa.
En Italia, hay miles de conversos al islam que viven serenamente su
nueva fe. Pero también hay miles de musulmanes convertidos al
cristianismo, que se ven obligados a ocultar su nueva fe por miedo a ser
asesinados por los extremistas islámicos, que se ocultan entre
nosotros.
Por
una de esas casualidades que evocan la mano del Señor, mi primer
artículo escrito en el Corriere el 3 de septiembre de 2003 se titulaba
Las nuevas catacumbas de los islámicos conversos. Era una investigación
sobre algunos neocristianos que, en Italia, denunciaban su profunda
soledad espiritual y humana frente a la contumacia de las instituciones
del Estado, que no tutelaban su seguridad, y frente al silencio de la
propia Iglesia.
Pues
bien, quiero que del gesto histórico del Papa y de mi testimonio
extraigan el convencimiento de que llegó el momento de salir de las
tinieblas de las catacumbas y proclamar públicamente su voluntad de ser
plenamente ellos mismos.
Si
aquí, en Italia, la cuna del catolicismo, si aquí, en nuestra casa, no
somos capaces de garantizar a todos la plena libertad religiosa, ¿cómo
podremos ser creíbles cuando denunciamos la violación de dicha libertad
en otras partes del mundo? Pido a Dios que esta Pascua especial otorgue
la resurrección del espíritu a todos los fieles en Cristo, que, hasta
ahora, han estado sojuzgados por el miedo.
Magdi
Cristiano Allam, escritor de origen egipcio, es vicedirector de
Corriere della Sera y especialista en temas de Oriente Próximo. Su
último libro es Viva Israel (2007).
Publicado
en español en EL Mundo (Este artículo es la reproducción íntegra del
texto publicado ayer en 'Corriere della Sera' enviado por el autor al
director del periódico italiano con ocasión de su bautismo por el Papa).
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