LICENCIA PARA MATAR
13 de Agosto de 2012
Un grupo de musulmanes propina una brutal paliza a un homosexual.
LTY.- La perversa reacción de algunos medios de comunicación
franceses culpando del atentado islamista contra el semanario Charlie
Hebdo en noviembre del año pasado a la extrema derecha es un síntoma,
entre otros muchos, de la imparable degradación de nuestro sistema de
valores, totalmente trastocado por la cobardía y corroído por el cáncer
de la corrección política.
Hubo un tiempo en que, cuando las oficinas de periódicos y revistas
eran incendiadas por ofender a un grupo poderoso, el resto de la prensa
se solidarizaba con ellos. Pero cuando la revista satírica Charlie Hebdo
decidió dedicar una portada al islam, con una viñeta de Mahoma, y
recibió a cambio un incendio provocado por los “de la paz”, la prensa se
puso de parte de los atacantes.
Es el caso del editor parisino de “Newsweek”, que, al no poder acusar al
semanario -de ideología izquierdista- de ser de extrema derecha,
recurre a culpar precisamente a la extrema derecha del atentado, porque,
afirma el editor, “era la que más ganaba con el ataque”. Exactamente lo
que ocurrió unos meses más tarde con el asunto Mohamed Merah: el
asesino multiple debía ser de extrema derecha porque esta era “la que
más ganaba con esos atentados”. Prodigioso método analítico.
O lo que es lo mismo: los musulmanes han conseguido ser considerados
víctimas incluso cuando son culpables. Imaginad hasta qué punto está
podrido el sistema de pensamiento europeo.
La primera, y quizás peor, consecuencia de esta podredumbre es la corrupción misma del concepto de justicia en un doble sentido:
- Acusar gratuitamente a las personas en base a su ideología, no en
base a sus hechos. Esto no es nada banal, ya que pervierte el propio
concepto de justicia al no ser todos considerados de entrada iguales
ante la ley. Porque, según este criterio, si se profesa una determinada
ideología, todo es legítimo, todo está bien, no hay límites a la
libertad de expresión. Pero si se es de otra que no gusta a los amos del
momento, entonces todo lo que se dice, todo lo que se hace, y lo que es
peor, incluso lo que no se dice ni se hace, es puesto bajo sospecha.
Ejemplos de esto hay a montones en nuestro propio país: se encarcela a
un librero que simplemente se dedica a su trabajo, por su ideología, no
por sus hechos. Sin embargo, los matones del 15 M han escupido a
policías, han invadido bancos, supermercados, incluso acosaron a chicos
que estaban en la jornada de la juventud, cuando vino el Papa, y
políticos y gobernantes han mirado para otro lado. Se condena a gente
por expresar sus ideas -contra el sistema, claro- pero no se condena a
quienes rompen cabinas, queman contenedores u ocupan de modo ilegal
plazas y calles. La diferencia, la ideología de unos y otros. La
justicia deja de condenar hechos para condenar intenciones, y por tanto
deja de ser justicia.
- Convertir a los culpables, a los responsables, en víctimas,
evitando así que sean juzgados por sus acciones, incluso sus acciones
ilegítimas o violentas. Es abrir la “licencia para matar”, pero en un
sólo bando: el de los violentos. Si los musulmanes hacen lo que sea,
aunque sea violento, aunque sea delito, se les intenta exculpar bien
buscando excusas estúpidas “son sólo unos pocos radicales”, “no
responden a la realidad del islam” o bien desviando la atención y
acusando a otros grupos (en general, siempre de “extrema derecha) que no
tienen nada que ver con el asunto, pero que difícilmente pueden
defenderse, ya que ni siquiera se les da la posibilidad de hacerlo.
Las causas de esta actitud son variadas. En Europe News afirman que
el temor a que se desate la islamofobia hace que la prensa se apresure a
buscar otros culpables. Lo de menos es que sea cierto o no que esos
nuevos -y falsamente- acusados sean culpables, la mentira y la
manipulación del pensamiento es una forma de funcional corriente en
nuestra sociedad, especialmente por el sector progre. Lo que cuenta es
que, sea un atentado terrorista con cientos de muertos provocado por un
musulmán suicida, sea el incendio de la sede de un periódico, sean las
amenazas de muerte a Kurt Westergaard, sea el ataque a una procesión
católica, la culpa sea del atacado, por haber molestado de alguna manera
al islam. Por la misma razón, las víctimas son, siempre, los
musulmanes, estigmatizados según estos imbéciles por la islamofobia
europea. En resumen, los malos siempre son los críticos al islam,
incluso aunque la crítica sea cierta y dicha con argumentos
irrefutables. Los buenos son siempre los musulmanes, aunque maten a
gente inocente o ataquen con violencia a bienes o a personas críticos
con ellos.
En cualquier caso, hay en esta actitud una curiosa negativa por parte
de políticos, oenegeros y demás gentuza a ver lo evidente: uno no nace
“islamófobo”, ni hay rayos invisibles o aguas envenenadas que de la
noche a la mañana transformen a un inocente europeo en un malvado
“islamófobo” con cuernos, rabo y una capa roja. Si la gente se vuelve
“islamófoba” al ver las noticias, será que esas noticias contienen algo
que les resulta desagradable, o repulsivo, o intolerable, o indignante, o
todo junto. La responsabilidad es del contenido de la noticia, y de
quien provoca ese contenido. No se puede matar al mensajero por el
mensaje que transmite. Y todo nuestro sistema está enfocado precisamente
a matar al mensajero. Absurdo, irracional, pero totalmente real. Por
eso el intento de silenciar a cualquier precio el libre pensamiento. Y
cuando no se puede silenciar, se culpa a otros, aunque no tengan culpa.
Lo único que cuenta es seguir pudriendo Europa y para eso hay que evitar
como sea que la gente pueda tener acceso a la información y sacar
consecuencias.
Este claro indicador de hasta qué punto Europa está podrida viene a
decir que los musulmanes están por encima de toda crítica o queja y que
no se les puede cuestionar bajo ningún concepto. Que quien lo hace, debe
atenerse a las consecuencias, que, dicho sea de paso, pueden llegar a
ser la pérdida de la propia vida.
Creo que hay diversas razones para esa actitud de nuestros medios y
de nuestros gobiernos. Una de ellas, no sé si la principal, pero sí muy
importante, es el miedo al islam que sienten políticos y periodistas.
Sienten, pero no confiesan ni reconocen. La propia violencia de la
ideología islámica hace que los musulmanes reaccionen de manera
ferozmente brutal y desproporcionada a cualquier crítica.
Para evitar esas reacciones, lo mejor, según estas personas, es
practicar políticas de apaciguamiento, que se han demostrado inútiles y
perniciosas incluso a medio plazo. Las políticas de apaciguamiento
tienen dos líneas principales de actuación: se da a los musulmanes todo
lo que piden, aunque sea injusto o discrimine claramente a los europeos
nativos, prohibiendo a éstos cualquier queja o protesta por la
injusticia o discriminación a la que se ven sometidos, y a la vez se
elimina cualquier posibilidad de que los musulmanes puedan acabar siendo
responsables de sus actos violentos. Mejor tenerlos contentos, mejor
exculparles de responsabilidades, que arriesgarnos a su cólera. De paso,
machacar a todo el que se oponga a este siniestro y surrealista orden
de cosas.
En Europe News interpretan que, como no se puede reconocer que se
tiene miedo al islam, miedo a su violencia, miedo a su intolerancia,
miedo a sus ataques desproporcionados y feroces, ya que entonces nos
darán más motivos para tenerles miedo, ese temor se disfraza de “miedo a
herir los sentimientos de los musulmanes”. El fondo viene a ser igual:
se tiene miedo al islam, aunque se disfrace de miedo a herir a los
musulmanes. Sin embargo, hacen este comentario: “La política torcida de
la izquierda militante aprueba el terror y nos advierten que no tengamos
miedo por eso”. En esta perversión del lenguaje, “sólo los culpables
condenan la violencia, los inocentes la aprueban o pretenden que no
existe”.
En todo caso, sean las causas las que sean (esas y otras que se nos
ocurran) lo que nos afecta realmente son las consecuencias. El mensaje
que se lanza al islam por parte de nuestros gobiernos es alto y claro:
“Mientras nosotros gobernemos, diremos a los periodistas qué tienen que
decir, a quién tienen que apoyar, y así tenéis el campo libre. Podéis
quemar edificios, que echaremos la culpa a la extrema derecha. Podéis
amenazar de muerte a quien os critique, que les acusaremos de fascistas y
diremos a todo el mundo que la culpa ha sido de quien os critique.
Podéis hacer lo que queráis, que nosotros manipularemos a la opinión
pública -¡es tan fácil!- y nos dedicaremos a culpabilizar a los que no
se someten, a los que piensan por su cuenta, a los críticos”.
Y eso es lo que está sucediendo. En realidad, hagan lo que hagan,
pase lo que pase, siempre se les exculpa, siempre se les defiende,
siempre se les victimiza. En cambio, a los que no queremos que el islam
sea una realidad en Europa, siempre se nos acusa, siempre se nos acosa,
siempre se nos culpabiliza. Es perverso, es maligno.
La única conclusión posible ante estos hechos es que Europa no está enferma. Está podrida.
Fuente: Alerta Digital