jueves, 11 de octubre de 2012

De la España de Las Navas de Tolosa a la de hoy

Enrique de Diego

 

Lo que me llevó a dedicar buena parte de los ratos de ocio de mi vida al estudio de Las Navas de Tolosa y la veneración de sus héroes no es la batalla en sí, decisiva e impresionante, sino toda la movilización previa, el esfuerzo colectivo, la unión de los corazones en aras de un ideal más alto, que implicaba jugarse la vida. Lo que me impresionó es que en 1195 Castilla había tenido una derrota completa en Alarcos, de la que hubo de salir huyendo Alfonso VIII. Diecisiete años después la misma Castilla acudía al desquite, y lo hacía en unión de Pedro II de Aragón y Sancho VII el Fuerte, de nobles leoneses y portugueses y de voluntarios ultramontanos, incluido el duque de Viena que llegó tarde.

Hay imágenes que impresionan de una épica colosal. Desde luego, esa hueste que se congrega en Toledo, de nobles y gentes corrientes, de hombres y mujeres de frontera, y que desde allí se dispone a recorrer un yermo, un desierto, en dieciséis jornadas bajo un sol abrasador, en busca del enemigo. No se espera al enemigo, que era, por cierto, muy superior en número, sino que se va decididamente a por él, sin parar mientes en los obstáculos, ni en el hambre que acudió a la cita, y se va hacia una cadena montañosa que ni tan siquiera se sabe cómo puede ser superada con la pesada impedimenta medieval. Todo ese heroísmo de la movilización, del dejarlo todo, de abandonar la casa, de ir junto con otros que hasta el día anterior quizás eran enemigos o no compañeros de lucha.

Hay imágenes que te hacen valorar ese heroísmo del día a día. Me impresionó mucho visitar en Roncesvalles la tumba del gigante Sancho VII el Fuerte, por muchos motivos, además de la belleza del lugar, sobre todo por el hecho de que desde Roncesvalles hasta Las Navas de Tolosa hay la friolera de mil kilómetros, que recorrieron unos a caballo y los más corriendo. Cuando se es capaz de eso, se es luego capaz de ganar batallas, de cabalgar hacia la gloria o hacia la muerte y de asaltar una muralla de lanzas como la que rodeaba el palenque del Miramamolín. Primero, claro, hay que unirse en ideales comunes y no jugar a la guerra de guerrillas.

He considerado una delicadeza de la Providencia que en este año de la Encarnación de Nuestro Señor de 2012 se celebre el ochocientos aniversario de la batalla de Las Navas, porque algunos de los problemas acuciantes que padecemos son semejantes a los que afrontaron unidos nuestros antepasados: España, su unidad, tan buscada y ensalzada por don Rodrigo Ximénez de Rada, y la Cruz frente a la barbarie islámica. Y también una indignidad nacional que se haya ocultado la efeméride y no se hayan celebrado fastos ni recordatorios significativos. Ni un solo acto, por ejemplo, ante la tumba de Sancho VII con un gobierno navarro de UPN. Ese Sancho VII que luchó junto a sus encarnizados enemigos de jornadas inmediatamente anteriores, que le habían arrebatado un tercio de su reino.

Hace poco en Almagro, ante el delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha, con el consiguiente escándalo de los espíritus débiles, manifesté que la España actual estaba muy lejos de aquella de Las Navas, permitiendo los retos secesionistas, soportando la depredación de la casta parasitaria que lleva al hambre a la población. Con un Gobierno débil y unos medios de comunicación manipuladores.

El peligro para la Patria es claro y manifiesto. Es necesaria la urgente e imperiosa movilización. Frente a ello los grupos patrióticos aparecen divididos y enfrentados, incapaces de superar sus diferencias, que muchas veces son personales revestidas de coartadas ideológicas, sin darse cuenta de que, por separado, son ineficaces y están llamados a ser deglutidos por el sistema o a vivir en la marginalidad testimonial mientras la destrucción de la Patria avanza. Grave responsabilidad la que están asumiendo en sus abismales egoísmos, en sus “yo con ese no voy”, en su incapacidad para el análisis, en su acomodación al jibarismo de secta. He intentado esa unidad y ha resultado imposible. No me arrepiento. Al contrario, me siento orgulloso. No he puesto condiciones insalvables. He buscado puntos de encuentros y objetivos comunes. Mi conclusión es que si hubiera que acudir a Las Navas, el campo de batalla estaría desierto. Algunos habrían ido incluso a un heroísmo tan elogiable como alocado, sin disciplina ni táctica adecuadas. Otros se quedarían en el reducto de su aldea, jaleados en su vanidad por los acólitos. Algunos esperarían la llamada del sistema, que es el enemigo. Pero coordinación de esfuerzos en el campo de batalla nada de nada. Mi conclusión es que España les importa un comino.

Les importa mucho más su egoísmo, su chiringuito. Les gusta su ineficiencia. Cuando se ven al borde de la unidad, que de boquilla dicen buscar, reculan para volver a los límites en los que se sienten seguros en su poquedad. Están todos llamados a desaparecer por el sumidero de la historia sin ni tan siquiera la estética de haber dado la última batalla. Incluso parece que algunos dirigentes viven de engañar a unos cuantos cientos o miles que pagan sus cuotas. Dicen que han superado sus complejos y están atenazados por ellos.

Y, sin embargo, la sociedad precisa un gran proyecto nacional, un sentido de Patria. La sociedad percibe que los políticos actuales son el enemigo, son los depredadores, y que la solución es España, más España. Nunca como en este momento se habían dado las condiciones objetivas para cambiar el sistema y nunca, al tiempo, había sido más imperiosa la necesidad de dar una respuesta generosa, que lleva a la unidad. No se puede conseguir con esa sopa de siglas de falsos grupos patrióticos, así que Regeneración asume, en solitario, el reto de ser el banderín de enganche de cuantos están por la unidad de España, contra los reinos de taifas autonómicos, cáncer de la sociedad, contra la islamización subvencionadas y la inmigración invasiva, y contra la corrupción generalizada e impune.

Voy a retrasar la concentración en Sol por la unidad de España para llamar al fonsado –a la movilización general- con más tiempo y tras las elecciones catalanas, con el paisaje de la agresiva ofensiva separatista completamente definido. Ya no voy a invitar a ningún grupo, porque es una pérdida de tiempo, porque no están a la altura de los problemas que amenazan la supervivencia de España. El que quiera apuntarse y acudir, bienvenido sea. No me voy a hacer mala sangre con tanta estupidez y tanto empequeñecimiento de los espíritus. Que cada cual asuma su responsabilidad. Es precisa grandeza de espíritu y sé que alienta en mis compatriotas en calidad y número suficiente para buscar la salida del atolladero actual. Y que ganaremos esa batalla porque estamos en camino. Por España. Todo por España


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios realizados deben ser respetuosos y no se permitirán los insultos o descalificaciones. El objetivo del Movimiento es concienciar y alertar a la ciudadanía por lo que consideramos que sería perjudicial admitir dicho tipo de comentarios.