23 de septiembre de 2012
LTY.-
¿En 2025 los turistas que visiten Paris irán a ver la mezquita de
Notre-Dame y el minarete Eiffel? A causa de una inmigración masiva y de
la dhimmitud oficial de los dirigentes europeos, los musulmanes realizan
hoy lo que no lograron hacer los tiempos de su expansión inicial:
conquistar Europa.
Europa se está islamizando a una velocidad tal que incluso el
historiador Bernard Lewis, uno de los más prestigiosos orientalistas
vivos, declaró hace unos años en una entrevista al diario alemán “Die
Welt” que “Europa será musulmana antes del fin de este siglo”.
Posiblemente lo sea bastante antes. De persistir las actuales
tendencias, Francia, Bélgica, Países Bajos y otros países de Europa
occidental podrán tener mayorías musulmanas hacia la mitad del siglo en
curso. Mientras tanto, esas minorías musulmanas en rápido crecimiento se
vuelven cada día más autoritarias, reivindicativas y perturbadoras.
Europa cosecha lo que ha sembrado. Europa empezó hace unos treinta
años a tomar la vía del apaciguamiento, del compromiso y de la
abdicación cultural frente al islam a cambio de beneficios políticos y
económicos de corto alcance. En efecto, asistimos entre el asombro y la
alarma a la transformación acelerada y casi sin obstáculos, de la vieja y
brillante Europa en un continente de cultura híbrida árabe-europea, una
aberrante e imposible simbiosis islamo-”cristiana” (con comillas,
evidentemente, que de cristiana, nuestra cultura lo es cada vez menos)
destinada a la catástrofe.
La situación en Europa se ha vuelto inquietante y urge hacer algo.
Tal vez sea necesaria una nueva cruzada, pero de una especie diferente a
las llevadas a cabo en la Edad Media. ¡Palabras intolerables e incluso
criminales para la actual mojigatería bienpensante que domina nuestro
triste y acomplejado panorama intelectual y espiritual! Pero teniendo en
cuenta que las Cruzadas fueron ante todo una defensa contra el
imperialismo islámico, una nueva cruzada, en esa perspectiva no
solamente es posible sino deseable.
Estamos ya encaminados a una guerra entre dos conceptos radicalmente
diferentes e irremisiblemente incompatibles en la manera de gobernar un
Estado y administrar una sociedad, y ese combate Occidente no tiene
excusa alguna para no emprenderlo. Europa tiene mucho que defender, y lo
puede perder todo si no abandona pronto esa suicida pasividad y
arrincone definitivamente esos equivocados complejos y falsas culpas que
inmovilizan a todo un continente anulando todo instinto de conservación
y toda voluntad de permanecer. En efecto, la lucha contra la sharia no
es otra cosa que la defensa de los derechos humanos (una idea nacida en
Occidente y negada por el islam) y de todos los logros y conquistas de
la civilización europea. Todos en Occidente, creyente o no, cristiano o
ateo humanista debería admitir que este es un mundo y unos valores que
merecen ser defendidos, y que Europa es una idea, y no cualquier idea,
que debe perdurar.
Lo que debemos hacer no es una “guerra contra el terror” (como nos
dicen los políticos que no ven más allá de las próximas elecciones y de
sus mezquinos intereses partidarios) y nos alecciona su rastrero
servicio doméstico, prensa y demás “intelectuales” de régimen. El terror
no es el enemigo, es el arma, una de ellas, del enemigo. El terror es
una táctica, no el adversario. Llevar adelante una guerra contra el
terror es como hacer una guerra contra las bombas: es confundir el arma
del enemigo con el enemigo mismo. Y no conocer al enemigo por
ignorancia, ceguera o cálculo político es un error mayúsculo. Nuestro
problema no se llama terrorismo islámico, se llama islam. Y mientras no
entendamos eso, seguiremos de error en desengaño, de tropiezo en
derrota.
Reconocer sin dudas ni titubeos que estamos frente a una nueva jihad
es el primer paso en la vía para combatir a nuestro enemigo. Los
jihadistas le han declarado la guerra a Occidente y a otras naciones no
musulmanas. Todo lo que tenemos que hacer es reconocer al enemigo tal
como él mismo se ha definido y declarado, identificar el mal para poder
combatirlo con las armas adecuadas. Y aceptar la idea de que la lucha
necesaria costará esfuerzos, sacrificios y dolor. ¡Bienvenidos al mundo
real!
Los europeos y los demás occidentales deben tomar conciencia que
están frente a una ideología totalitaria, conquistadora y expansionista,
y actuar en consecuencia. Deben también empezar a renunciar a los
dogmas actuales de lo políticamente correcto que les atan de pies y
manos ante sus agresores y le ponen a merced de sus verdugos. Los
efectos deletéreos del multiculturalismo han generado un odio suicida
hacia Occidente entre las actuales generaciones de europeos
completamente privados de formación cultural ydigna de ese nombre y
educados en el desconocimiento y desprecio a su herencia. Hay que
erradicar esa nefasta ideología antieuropea y contraria a las propias
leyes de la naturaleza de los manuales escolares y de la cultura en
general. La cultura occidental ha producido unos derechos humanos casi
universalmente aceptados (menos por el mundo islámico) y unos adelantos
tecnológicos que han sobrepasado los sueños más optimistas de las
generaciones pasadas y muchas cosas más. Sin embargo, nuestros
dirigentes y nuestros educadores nos dicen que debemos avergonzarnos de
nosotros mismos.
Es tiempo de decir “¡Ya basta!” y enseñar a nuestros hijos que hay
que estar orgullosos de nuestra herencia. Que sepan que poseen una
cultura y una historia de las que deben estar agradecidos, que no son
hijos ni nietos de criminales y opresores, que nuestros hogares y
nuestras familias y la tierra en que reposan nuestros muertos, regada
por la sangre, el sudor y las lágrimas de tantas generaciones que han
hecho lo que somos y han creado aquello que hoy disfrutamos y estamos a
punto de perder, merecen la pena de ser defendidos contra aquellos que
quieren privarnos de todo lo nuestro y están dispuestos a matar para
conseguirlo.
Llamemos a esto una cruzada.
Fuente: Alerta Digital
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios realizados deben ser respetuosos y no se permitirán los insultos o descalificaciones. El objetivo del Movimiento es concienciar y alertar a la ciudadanía por lo que consideramos que sería perjudicial admitir dicho tipo de comentarios.