15 de Abril de 2012
A. Robles.- En el magisterio periodístico y moral de Enrique de Diego
(Segovia, 1956) encontré hace muchos años el mejor modo de encauzar mi
compromiso con aquello en lo que creo. De esas vivencias personales les
contaré en otro momento. Hoy he querido que Enrique de Diego comparta
con los lectores de AD el por qué de su último libro dedicado a ‘Las
Navas de Tolosa’, un punto de inflexión en el devenir histórico de
España.
La de Enrique de Diego es sin duda la mejor obra escrita hasta ahora
sobre la materia. Nos hallamos ante un periodista de raza, cuya sincera
pasión en la defensa de sus rectas ideas le han supuesto comentarios
adversos, aunque también innumerables adhesiones. Lo que él ha defendido
y defiende se atiene a criterios lógicos, sin transigir nunca con las
modas políticamente correctas que son o parecen ser forzosas para la
mayoría de periodistas que conozco.
Recomiendo a los lectores que se adentren en su libro y penetren así
en las tenebrosidades de una época escrita siempre con tinta de
mermelada. ‘Las Navas de Tolosa’ está escrito con rigor documental, con
claridad tajante, con la sinceridad de la que adolece la mayoría de las
obras históricas que se escriben en España al conjuro de las tonalidades
ideológicas de sus autores.
Enrique de Diego, con su prosa desbordante, nos vuelve a dar una
lección de valentía al desgranarnos cuál fue el panorama de la España
musulmana, una experiencia llena de horrores que, sin embargo, pudieron
ser superados gracias a un pueblo que volvió a tener fe en su propio
destino. Su lección histórica, plasmada ejemplarmente, dejará honda
huella en quienes la lean.
-¿Por qué las Navas de Tolosa como eje argumental de su último libro?
- Se cumplen ochocientos años de aquel decisivo y épico 16 de julio
de 1212. Esa es la efeméride. Lo importante es que Las Navas de Tolosa
es una batalla de la importancia de las Termópilas o Waterloo y muy por
encima de la de los Cuernos de Hattin. Fue la gran confrontación entre
la Europa cristiana, con España, los reinos de España, como vanguardia,
frente a la sumisión islámica. De partida lo tenían todo perdido, habían
sido derrotados una década antes en Alarcos, y fueron llenos de coraje y
fe a luchar contra el invasor y a defender su libertad. Y ganaron.
-¿Es impensable una reacción popular en el siglo XXI similar a
la protagonizada por los españoles durante siglos contra la
islamización de su territorio?
- Viendo ahora a mis compatriotas la verdad es que parece mentira que
sean descendientes de aquellos héroes Da pena verlos tan decaídos
frente a aquella fuerza vital y aquel sentido del honor que estaba en
las milicias concejiles, en los nobles, en los freires de las Órdenes
militares, en aquella gente tan entregada. Mi novela “Las Navas de
Tolosa” quiere ofrecer una inspiración, una emulación. Lucho porque
reaccionemos y hay algunos síntomas alentadores, no muchos, como brasas
en las que hay que soplar.
“Nunca hubo convivencia”
-¿Qué hay de cierto en la leyenda rosa que, impulsada sobre
todo por algunos españoles del romanticismo, nos ha quedado sobre la
presencia islámica en España?
- No hay nada, ni lo más mínimo. Nunca hubo convivencia, sino ocho
siglos de continuo batallar. Pero esa degradante mentira, esa soberana
estupidez ha calado muy hondo. Ha sido recogida por lo políticamente
correcto y se ha impuesto en muchas mentes. Mi novela va a ser una
sacudida tremenda porque está hecha con pleno rigor histórico, incluso
en los detalles. No éramos la frontera con Al Andalus sino con todo el
Islam, en la gloriosa jornada de Las Navas había kurdos, árabes,
senegaleses. Era una jihad universal y los almohades decían que iban a
convertir Roma en la caballeriza de los musulmanes. Sin España no
existiría Europa. No existiría Occidente. Esa es la verdad. Y a esa
verdad sirve mi novela.
-¿Cuáles han sido sus principales fuentes para escribir el libro?
- Lo he leído todo. He visitado, con devoción casi todos los lugares
relacionados con la batalla, desde el mismo escenario, Alarcos, Uclés,
Calatrava, Santa María de Huerta, por supuesto mi adorada frontera
segoviana, la cuerda de Somosierra. Quiero rendir homenaje a un español
egregio como fue don Rodrigo Ximénez de Rada, patriota a carta cabal,
arzobispo de Toledo, que se encargó de la logística de la expedición,
porque todo fue épico, la movilización y los dieciséis días de dura
marcha por zonas yermas. El gran libro de don Rodrigo “Hechos de España”
está en el trasfondo de mi novela. Porque se luchó por la fe, por la
Cruz, y por España y allí acudieron tres reyes -Alfonso VIII de
Castilla, Sancho VII de Navarra y Pedro II de Aragón- y nobles leoneses y
portugueses. Se luchaba contra un invasor que, además, pretendía
imponer sus costumbres degradantes. Y estuvieron todos los catalanes,
incluido el obispo de Barcelona, y los vizcaínos con su señor don Diego
López de Haro entraron en vanguardia, por ser los más castellanos y, por
ende, los más españoles y los infantes del Valle del Baztán. Y las
grandes órdenes militares, las internacionales, Hospital y Temple, a las
que venero, y nuestras grandes órdenes nacionales, Calatrava y
Santiago. No puedo dejar de citar el gran estudio “El lunes de Las
Navas”, de Vara Thorbeck, publicado por la Universidad de Jaén.
“Un antes y un después en la Reconquista”
-¿Qué significación histórica tuvo esa batalla para el
devenir de los acontecimientos que desembocaron en la expulsión de los
musulmanes de territorio español?
- Las Navas marca un antes y un después en la Reconquista. ¡Sí,
Reconquista! También marca el freno definitivo a la expansión del islam
y, por tanto, su decadencia. Se tomaron Vilches, Úbeda y Baeza. Se
superó la frontera natural de Despeñaperros. Tras resolver la difícil
sucesión de Alfonso VIII -malogrado el príncipe Fernando, al que he
rendido homenaje-, correspondió a San Fernando III el aprovechamiento
del éxito con la toma de Sevilla y Córdoba.
-¿Es comparable la situación que se vivía entonces en la península ibérica con la actual?
- Ahora estamos sufriendo una invasión subvencionada. Hace poco
estuve en Cercedilla, en pleno corazón de la sierra de Madrid. La
Iglesia estaba cerrada y en la anteiglesia jugaban un grupo de
adolescentes, todos musulmanes. Se nos ha obligado a los contribuyentes a
financiar sus mezquitas y su demografía e incluso se pagan subsidios a
musulmanes que no viven en España. Ni un euro del contribuyente debe ir
al islamismo. Con esas subvenciones se han financiado atentados y una
lucha general contra Occidente.
-¿Hasta qué punto las normas democráticas están sirviendo de
pertrecho a las comunidades islámicas en Europa para que terminen
imponiéndonos su modelo restrictivo de vida?
- La perversión de la democracia, la farsa democrática que padecemos
está siendo utilizada. Es eso de que el burka es un derecho a la
diferencia, cuando es una agresión a la dignidad. Mire, Occidente se
basa en la dignidad de la persona, en el derecho a la vida y a la
libertad, en todo lo contrario a lo que significa el islam que es
esclavitud y degradación y vejación. El islam, la secta destructiva
musulmana es la antítesis de Occidente, predica el asesinato y el
genocidio de los infieles y eso no se puede permitir, no se puede ser
tolerante con los intolerantes y, por tanto, es preciso un referéndum a
escala europea sobre si se pueden permitir o se deben cerrar las
mezquitas. Y yo digo que se deben cerrar.
Compromiso contra la barbarie
-Usted es uno de los periodistas españoles que mejor encarnan
la lucha intelectual contra el islam, ¿qué precio está teniendo que
pagar por ello?
- Soy autor de “Islam, visión crítica” y “Chueca no está en Teherán,
contra la falacia del multiculturalismo” y los he firmado con mi nombre.
Básicamente, junto a la admirada y añorada Oriana Falacci, me tengo por
uno de los pocos que ha adoptado ese aparente riesgo. Hay muy buenos
libros contra el islamismo, una doctrina delirante que no admite el más
mínimo espíritu crítico, pero casi todos están firmados con pseudónimo.
Soy un hombre libre, un occidental, no estoy dispuesto a pagar ese
peaje. El pago era previsiblemente en términos de silencio, porque mis
libros son tan demoledores para la patraña islámica que son un buen
seguro.
-¿Por qué los partidos políticos no perciben lo que está
siendo una invasión en toda regla a tenor de los datos demográficos en
muchos países europeos?
- En el caso del socialismo, o del socialismo de izquierdas, han
adoptado a los musulmanes como una especie de grupo mascota. Les une su
odio a Occidente, al valor occidental de libertad, y al cristianismo,
que es la base de Europa y el fundamento de la libertad personal. Es una
de esas minorías que han coleccionado para utilizarla contra Occidente y
el cristianismo. Es una estupidez y un suicidio porque a los primeros
que matarían -y que matan donde pueden- los musulmanes es a los
agnósticos y ateos socialistas. Mubarak era socialista como Gadaffi,
pero los actuales dirigentes occidentales se han dedicado a apoyar a los
integristas. Parece como si el mundo se hubiera salido de los goznes y
se hubiera perdido toda cordura.
-¿Confía en el PP para revertir la actual situación?
- En absoluto. El PP carece de ideas y de principios, es una mera
coalición de intereses. Es un socialismo de derechas que imita al
socialismo de izquierdas y se sateliza.
-Sin embargo los testimonios que a diario nos describen la
brutalidad de sus seguidores en todo el mundo, las críticas al islam
siguen siendo un asunto políticamente incorrecto para la mayoría de los
intelectuales europeos, ¿por qué?
La mayoría de comunicación están
controlados, no son más que voceros y cloacas de los partidos, como he
explicado en otro libro que recomiendo vivamente, titulado “Dando caña”,
y se imponen censuras y estúpidas y tupidas conjuras de silencio, que
hay que romper a toda costa, y al precio que sea.
-Lo paradójico es que hasta las feministas y otros grupos
sociales satanizados en las sociedades musulmanas parecen sentir
esa misma fascinación hacia esta confesión?
- Las feministas deben tener fantasías de harén y los socialistas de
todas las tendencias de eunucos. Es una aberración. Responde a una
situación de decadencia: la civilización occidental se tambalea sin
resortes morales y parece como si todo el mundo aplicara la piqueta a
los fundamentos de nuestra civilización cristiana. Es cuestión de
redoblar los esfuerzos. “Las Navas de Tolosa”, ya digo, es una
inspiración: lo tenían todo, de antemano, perdido y ganaron. Nosotros
también ganaremos, pero hay que aprestarse a la lucha.
El magisterio moral de Ya
En los años 80 usted dirigió la sección de España del
católico ‘Ya’ y tuvo a sus órdenes a una de las mejores generaciones de
periodistas españoles. Entre ellos Graciano Palomo, Esther Esteban, Rosa
Villacastín, Arturo Esteban… Aquel diario representó una edificante
apuesta editorial por la vertebración de España en torno a valores ya en
desuso, así como un valiente compromiso con los intereses de sectores
sociales hoy abandonados a su suerte. ¿Por qué se ha renunciado a ese
objetivo en tan pocos años y por qué nos encontramos hoy con que medios
supuestamente afines a la Conferencia Episcopal no hacen sino patrocinar
las mismas taras sociales que el resto?
- Es una historia poco conocida y que merece ser recordada. Ese Ya fue todo un éxito periodístico y un completo fracaso empresarial. Y muchas cosas no hubieran llegado tan lejos si el Ya hubiera seguido. Perdone que introduzca recuerdos personales. Nadie de mi entorno entendió que me fuera de Abc, sólido entonces, al Ya, pero Abc era una gran mentira, que vendía la Patria a los nacionalismos a través de los ansones. Fue una etapa apasionante la del Ya, con grandes profesionales. Recuerdo el malestar de Rosa Villacastín el día que le dije que iba a hacer una crónica de sociedad. No le ha ido mal y me alegro. Aquel ‘Ya’ pretendía, y lo consiguió, dar información con rigor y mantener principios. Allí hice el suplemento de pensamiento “Papeles para la Libertad” que fue un exitazo que generó un fenómeno de coleccionismo. Era un equipo espléndido el de Mateo de Inurria, 15. Falló Ramón Pi, que no era todo lo que parecía, pero sobre todo fallaron la Conferencia Episcopal y la CEOE que perpetraron un vomitivo engaño. Al final, no hubo empresa y se vendió a Vocento para que hiciera negocio inmobiliario con la sede. Lo podía haber hecho la empresa. No se puede mirar hacia atrás porque uno corre el peligro de convertirse en estatua de sal, pero aquel Ya, que sin empresa mejoró sus ventas, fue, en efecto, la gran oportunidad perdida.
- Es una historia poco conocida y que merece ser recordada. Ese Ya fue todo un éxito periodístico y un completo fracaso empresarial. Y muchas cosas no hubieran llegado tan lejos si el Ya hubiera seguido. Perdone que introduzca recuerdos personales. Nadie de mi entorno entendió que me fuera de Abc, sólido entonces, al Ya, pero Abc era una gran mentira, que vendía la Patria a los nacionalismos a través de los ansones. Fue una etapa apasionante la del Ya, con grandes profesionales. Recuerdo el malestar de Rosa Villacastín el día que le dije que iba a hacer una crónica de sociedad. No le ha ido mal y me alegro. Aquel ‘Ya’ pretendía, y lo consiguió, dar información con rigor y mantener principios. Allí hice el suplemento de pensamiento “Papeles para la Libertad” que fue un exitazo que generó un fenómeno de coleccionismo. Era un equipo espléndido el de Mateo de Inurria, 15. Falló Ramón Pi, que no era todo lo que parecía, pero sobre todo fallaron la Conferencia Episcopal y la CEOE que perpetraron un vomitivo engaño. Al final, no hubo empresa y se vendió a Vocento para que hiciera negocio inmobiliario con la sede. Lo podía haber hecho la empresa. No se puede mirar hacia atrás porque uno corre el peligro de convertirse en estatua de sal, pero aquel Ya, que sin empresa mejoró sus ventas, fue, en efecto, la gran oportunidad perdida.
-Recientemente ha protagonizado usted una sonora discusión
pública con Federico Jiménez Losantos. ¿Qué deberían saber los lectores
sobre el personaje, más allá de la imagen idílica que de él se tiene en
sectores católicos y conservadores?
- Losantos es un personaje menor, irrevelante y lo grave es que haya
tenido relevancia, lo que indica lo bajo que hemos caído. Maoísta en su
juventud, Losantos ha inventado el liberalismo subvencionado y no es más
que el lacayo y el cortesano de Esperanza Aguirre, promoviendo una
derecha pagana sin criterio y sin fundamento. Al servicio de oscuros
intereses políticos se ha dedicado a mentir y a manipular con
esoterismos fabuladores poniendo en duda la autoría islámica de la
masacre del 11-M y, junto con Pedro J Ramírez y Carlos Dávila, al
servicio de un sector del PP, se ha dedicado a desarmar a la sociedad
española frente al creciente peligro de islamización- Le han seguido
gente muy poco ilustrada y muy sectaria.
-¿Confía usted en los grupos identitarios europeos?
- Mi línea estaría próxima a la de Wilders, pero es conocido mi apoyo
a Plataforma por Cataluña en las elecciones autonómicas, donde dicho
partido estuvo a punto de obtener tres escaños. Europa necesita, desde
luego, un revulsivo. No soy, en cualquier caso, partidario de una
concepción esencialista de la identidad, pero Europa tiene señas y
regularidades clara que hay que defender. Hay que retirar la
nacionalidad a quien no respete el derecho a la vida de los demás o la
dignidad de hombre y mujer. Ningún integrista puede ser europeo ni gozar
de la nacionalidad de una nación europea.
-¿Dónde podrán encontrar los lectores su último trabajo?
- “Las Navas de Tolosa” se puede adquirir en cualquier librería de
España. La distribuidora se llama Distrifer y se puede facilitar a la
librería que no conozca el libro. Está, por supuesto, en todos los
centros de El Corte Inglés, donde se está vendiendo a buen ritmo.
Permítame recomendar también “Dando caña” que no es polémico es,
sencillamente, explosivo. Ambos están publicados por Editorial Ramblita.
Fuente: Alerta Digital
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