Enrique de Diego
Lo que me llevó a dedicar buena parte de los ratos de ocio
de mi vida al estudio de Las Navas de Tolosa y la veneración de sus
héroes no es la batalla en sí, decisiva e impresionante, sino toda la
movilización previa, el esfuerzo colectivo, la unión de los corazones en
aras de un ideal más alto, que implicaba jugarse la vida. Lo que me
impresionó es que en 1195 Castilla había tenido una derrota completa en
Alarcos, de la que hubo de salir huyendo Alfonso VIII. Diecisiete años
después la misma Castilla acudía al desquite, y lo hacía en unión de
Pedro II de Aragón y Sancho VII el Fuerte, de nobles leoneses y
portugueses y de voluntarios ultramontanos, incluido el duque de Viena
que llegó tarde.
Hay imágenes que impresionan de una épica colosal. Desde luego, esa
hueste que se congrega en Toledo, de nobles y gentes corrientes, de
hombres y mujeres de frontera, y que desde allí se dispone a recorrer un
yermo, un desierto, en dieciséis jornadas bajo un sol abrasador, en
busca del enemigo. No se espera al enemigo, que era, por cierto, muy
superior en número, sino que se va decididamente a por él, sin parar
mientes en los obstáculos, ni en el hambre que acudió a la cita, y se va
hacia una cadena montañosa que ni tan siquiera se sabe cómo puede ser
superada con la pesada impedimenta medieval. Todo ese heroísmo de la
movilización, del dejarlo todo, de abandonar la casa, de ir junto con
otros que hasta el día anterior quizás eran enemigos o no compañeros de
lucha.
Hay imágenes que te hacen valorar ese heroísmo del día a día. Me
impresionó mucho visitar en Roncesvalles la tumba del gigante Sancho VII
el Fuerte, por muchos motivos, además de la belleza del lugar, sobre
todo por el hecho de que desde Roncesvalles hasta Las Navas de Tolosa
hay la friolera de mil kilómetros, que recorrieron unos a caballo y los
más corriendo. Cuando se es capaz de eso, se es luego capaz de ganar
batallas, de cabalgar hacia la gloria o hacia la muerte y de asaltar una
muralla de lanzas como la que rodeaba el palenque del Miramamolín.
Primero, claro, hay que unirse en ideales comunes y no jugar a la guerra
de guerrillas.
He considerado una delicadeza de la Providencia que en este año de la
Encarnación de Nuestro Señor de 2012 se celebre el ochocientos
aniversario de la batalla de Las Navas, porque algunos de los problemas
acuciantes que padecemos son semejantes a los que afrontaron unidos
nuestros antepasados: España, su unidad, tan buscada y ensalzada por don
Rodrigo Ximénez de Rada, y la Cruz frente a la barbarie islámica. Y
también una indignidad nacional que se haya ocultado la efeméride y no
se hayan celebrado fastos ni recordatorios significativos. Ni un solo
acto, por ejemplo, ante la tumba de Sancho VII con un gobierno navarro
de UPN. Ese Sancho VII que luchó junto a sus encarnizados enemigos de
jornadas inmediatamente anteriores, que le habían arrebatado un tercio
de su reino.
Hace poco en Almagro, ante el delegado del Gobierno en Castilla-La
Mancha, con el consiguiente escándalo de los espíritus débiles,
manifesté que la España actual estaba muy lejos de aquella de Las Navas,
permitiendo los retos secesionistas, soportando la depredación de la
casta parasitaria que lleva al hambre a la población. Con un Gobierno
débil y unos medios de comunicación manipuladores.
El peligro para la Patria es claro y manifiesto. Es necesaria la
urgente e imperiosa movilización. Frente a ello los grupos patrióticos
aparecen divididos y enfrentados, incapaces de superar sus diferencias,
que muchas veces son personales revestidas de coartadas ideológicas, sin
darse cuenta de que, por separado, son ineficaces y están llamados a
ser deglutidos por el sistema o a vivir en la marginalidad testimonial
mientras la destrucción de la Patria avanza. Grave responsabilidad la
que están asumiendo en sus abismales egoísmos, en sus “yo con ese no
voy”, en su incapacidad para el análisis, en su acomodación al jibarismo
de secta. He intentado esa unidad y ha resultado imposible. No me
arrepiento. Al contrario, me siento orgulloso. No he puesto condiciones
insalvables. He buscado puntos de encuentros y objetivos comunes. Mi
conclusión es que si hubiera que acudir a Las Navas, el campo de batalla
estaría desierto. Algunos habrían ido incluso a un heroísmo tan
elogiable como alocado, sin disciplina ni táctica adecuadas. Otros se
quedarían en el reducto de su aldea, jaleados en su vanidad por los
acólitos. Algunos esperarían la llamada del sistema, que es el enemigo.
Pero coordinación de esfuerzos en el campo de batalla nada de nada. Mi
conclusión es que España les importa un comino.
Les importa mucho más su egoísmo, su chiringuito. Les gusta su
ineficiencia. Cuando se ven al borde de la unidad, que de boquilla dicen
buscar, reculan para volver a los límites en los que se sienten seguros
en su poquedad. Están todos llamados a desaparecer por el sumidero de
la historia sin ni tan siquiera la estética de haber dado la última
batalla. Incluso parece que algunos dirigentes viven de engañar a unos
cuantos cientos o miles que pagan sus cuotas. Dicen que han superado sus
complejos y están atenazados por ellos.
Y, sin embargo, la sociedad precisa un gran proyecto nacional, un
sentido de Patria. La sociedad percibe que los políticos actuales son el
enemigo, son los depredadores, y que la solución es España, más España.
Nunca como en este momento se habían dado las condiciones objetivas
para cambiar el sistema y nunca, al tiempo, había sido más imperiosa la
necesidad de dar una respuesta generosa, que lleva a la unidad. No se
puede conseguir con esa sopa de siglas de falsos grupos patrióticos, así
que Regeneración asume, en solitario, el reto de ser el banderín de
enganche de cuantos están por la unidad de España, contra los reinos de
taifas autonómicos, cáncer de la sociedad, contra la islamización
subvencionadas y la inmigración invasiva, y contra la corrupción
generalizada e impune.
Voy a retrasar la concentración en Sol por la unidad de España para
llamar al fonsado –a la movilización general- con más tiempo y tras las
elecciones catalanas, con el paisaje de la agresiva ofensiva separatista
completamente definido. Ya no voy a invitar a ningún grupo, porque es
una pérdida de tiempo, porque no están a la altura de los problemas que
amenazan la supervivencia de España. El que quiera apuntarse y acudir,
bienvenido sea. No me voy a hacer mala sangre con tanta estupidez y
tanto empequeñecimiento de los espíritus. Que cada cual asuma su
responsabilidad. Es precisa grandeza de espíritu y sé que alienta en mis
compatriotas en calidad y número suficiente para buscar la salida del
atolladero actual. Y que ganaremos esa batalla porque estamos en camino.
Por España. Todo por España.
Fuente: Alerta Digital
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